El I Ching, Yi chin o "Libro de las Mutaciones" es el
primero de los "libros canónicos" del Confucianismo y
el más antiguo de ellos, remontándose su orígen al año 1100 A.J. Se sospecha
que esta fundamental obra maestra del pensamiento chino, contó incluso con la
participación activa del propio Confucio, de quién se decía que
nada escribió, pues impartía sus enseñanzas oralmente y con su ejemplo. Las
64 "situaciones" posibles en la vida del hombre, sólo y en su relación
con los demás, estructuradas en base únicamente a los dos principios Yang
(masculino) y Yin (femenino), es un verdadero tratado ético de la vida
entre el cielo y los hombres.
Tanto la cosmogonía del Confucianismo como la del Taoísmo, se
fundamentan en los dos principios Yang y Yin de la "mónada"
oriental, que debe ser interpretada de manera muy diferente a la de Leibnitz.
El principio Yin, se corresponde con la vacuidad que precede incluso al vacío
material, es lo femenino, lo inmaterial, la oquedad que genera, la luna, la
noche, la sombra, lo húmedo, lo frío, lo negativo. Yang, por contraposición
necesaria y complementaria, se corresponde con lo denso, lo material, el impulso
generador, el sol, el día, la luz, lo seco, lo ardiente, lo positivo. Tanto los
taoístas cuanto los confucianistas eran profundos observadores de la naturaleza
y puede decirse, que hicieron una verdadera y completa taxonomía de la misma y
de la relación entre el cielo y los hombres, en base a este metamodelo dual.
Como puede verse en el conocido icono Yin-Yang, ambos se com-penetran,
de modo que salvo extremos puros Yang, Yang - Yang, Yang - Yang - Yang, o
Yin, Yin - Yin, Yin - Yin - Yin, lo más frecuente será encontrar cosas y
situaciones híbridas de Yin con algo, poco o mucho de Yang o de Yang, con algo,
poco o mucho de Yin.
Esta característica se ilustra en el icono con el pequeño círculo Yin dentro
del Yang y el pequeño círculo Yang dentro del Yin. Un claro ejemplo, es el
movimiento pendular o cíclico, en el cual el péndulo se encuentra "casi"
todo el tiempo entre ambos extremos y sólo un infinitésimo de tiempo o en un
instante sin dimensión, en cada uno de los extremos. Dentro de esta taxonomía,
los chinos encontraron que el espectro de lo perceptible podía tipificarse en
64 situaciones, y que esas situaciones podían a su vez representarse (nosotros
decimos ahora codificarse) como ocho combinaciones de tres elementos duales Yin
y Yang. Si en el tiempo o en el espacio todo se "corporiza" como Yin o
Yang, en tres instantes o en tres lugares, algo puro puede ser justamente Yin o
Yang, o digamos en nuestro lenguaje binario 0 o 1.
La meticulosidad china detectó que toda faceta de la realidad, o del mundo de
las ideas, podía ser estudiada con aproximación suficiente en base a una criba
de 8 elementos o de cuatro elementos con sus intermedios, por ejemplo, un período
de tiempo, la ubicación de un lugar o una dirección, la tipificación de un
mal, las características de la propia naturaleza, etc. A su vez, ocho elementos
dentro de una lógica dual pueden ser representados por tres ubicaciones en el
tiempo y en el espacio, digamos analógicamente, por tres "tiradas"
del dado de dos caras de Dios. Este dado o moneda de dos caras, una Yin y otra
Yang, puede en tres tiros dar una de las siguientes ocho combinaciones:
Planteada así la taxonomía china y viendo además que el mundo aparecía en
su comportamiento global como cíclico y aparentemente incontrolable en lo
particular, sujeto a algo que llamamos "destino", surgía naturalmente
la inquietud de requerir a Dios, a la naturaleza o a los dioses, pistas ciertas
para conocer más acerca de los destinos particulares de los hombres. Así
estaba ya planteado el I Ching como oráculo.
Mediante tres monedas tiradas simultaneamente, o mediante una única moneda
tirada tres veces consecutivas, los chinos identificaban su trigrama de base,
sobre el cual en una segunda serie identificaba al segundo trigrama,
identificando así el concepto o el principio fundamental que iba a guiar su
vida en particular en el momento y en lugar en el que estaba viviendo. Si por
ejemplo, el hexagrama era el correspondiente al progreso, debía uno sólo o con
la ayuda de un hombre sabio, "adivinar" lo que le iba a suceder de ahí
en más.
Cada una de las 64 "cartas" de este oráculo venía precedida de un párrafo
compuesto por una serie enigmática de pensamientos, poeticamente escritos y acuñados
por siglos de sabiduría. A este párrafo, le sucedía otro de interpretación
del enigma, dirigido hacia el que hacía la requisitoria, el que a su vez debía
interpretarlo para su particular situación. Una vez comprendida la interpretación,
para ese momento particular de su vida, el consultante pasaba a enterarse lo que
el oráculo le decía en cuanto a dinero, riesgos, negocios, amor y viajes,
debiendo interpretars estos conceptos en un sentido muy amplio.